Criticas

‘Proyecto Edipo’, historias marcadas por la tragedia

18/09/2018

Mayelit Valera Arvelo

‘Proyecto Edipo’, historias marcadas por la tragedia

Todavía rondan en mi cabeza impactantes escenas de la obra ‘Proyecto Edipo’ que se está representando en la Sala Guirau del Teatro Fernán Gómez.

Una propuesta imponente, cargada de fuerza, de la mano de TeatroLab Madrid, escrita y dirigida por Gabriel Olivares, quien ha fusionado dos espectáculos en uno, la tragedia Edipo Rey de Sófocles junto a la fábula distópica y futurista en una España sin corridas de toros, pero sin tomar posición al respecto.

Pero empecemos por la puesta en escena, que a mi parecer es impresionante. Se muestra todo el escenario al descubierto, sus paredes negras con todos sus cables, tubos, superficies y su amplia profundidad. Usan todo el espacio. El reparto, descalzo, sale vestido de color blanco con unas barras en sus manos que iluminan todo el escenario. Todo es blanco, con toques negros y matices con cuerpos desnudos que hablan por sí solos. Predomina el metal y lo plateado en la escenografía creada por Felype de Lima.

Es así como nos adentramos en la España del 2030, donde torear es un delito. Es así como comienza Proyecto Edipo, condenando a Jacinto, un torero internado en un hospital psiquiátrico a la espera de que un comité de expertos decida su futuro. Se le acusa de ser matador de toros, lo que lo hace un delincuente peligroso, miembro de una oscura mafia que todavía organiza corridas de toros clandestinas.

La Fiscalía de Delitos Taurinos envía a Teresa para que determine si Jacinto, el famoso asesino de toros, es un enfermo mental o un delincuente común. Y mientras deciden en el hospital por su futuro, se violan sus derechos y se castiga de manera improcedente. Y es que en este futuro imaginario no se torea, pero tampoco se respeta el hecho de ser diferente, no hay libertades individuales, predomina lo radical, no hay espacio a los intermedios.

Jacinto es conocido como Edipo el Torero. Y es así como este clásico de la literatura griega se mezcla con el futuro. Y lo que tienen en común estas dos historias, sin importar el año en que sucedan, es la tragedia de sus vidas, la desgracia que los envuelve y los condena. Familias tormentosas con pasados ocultos que al ser descubiertos trastocan el futuro.

Y así como el toro, Edipo es una fuerza de la naturaleza presa del dolor, luchando en vano contra el entorno hostil de la sociedad fracturada. Es así como se van engranando las dos obras en paralelo. Por su parte Edipo busca las respuestas de sus inquietudes. Mientras Jacinto torero hace todo lo posible por alcanzar lo que anhela. Ambos personajes sucumbidos en la violencia y la desgracia.

Con un ritmo vertiginoso van sucediendo todos los hechos en escena. La iluminación tiene un peso importante en toda la historia, es asombroso el trabajo realizada por Carlos Alzueta. Y sin darnos cuenta el salón del psiquiátrico se convierte en  una plaza de toros y en un matadero de carne. La conexión con el escenario está latente de principio a fin, el elemento sorpresa mantienen al público con toda su atención. La actuación del reparto es preponderante.

Los protagonistas de esta historia son ocho, pero se multiplican en escena para convertirse en varios personajes, ellos son: David DeGea (Jacinto), Carol Verano (Jacinta), Asier Iturriaga (Edipo), Alba Loureiro (Teresa y Yocasta),  Abraham Arenas (Sacerdote), Guillermo Sanjuán (Creonte), Javier Martín (Anciano y Doctor Márquez) y Montse Rangel (Criada), quienes hacen un trabajo en quipo impecable. Un reparto talentoso, con una energía equilibrada que logra un resultado de altura, colmándose de aplausos al final de cada función.

Y si me sorprendió Gross Indecency, y luego me divertí con Ding Dong, Proyecto Edipo te impacta. Ver como Olivares fusiona estas dos historias tan lejanas, pero tan cercanas a la vez, es brillante. Apreciar cómo se supera como creador se aplaude. Es así como sin importar el género TeatroLab Madrid sigue apostando al éxito. ¡Enhorabuena!

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