“Mientras hay Lear hay esperanza”, es una de las frases que se te queda grabada en la memoria luego de ver el extraordinario montaje de ‘El Rey Lear y Yo’, escrita y dirigida de manera perspicaz por Manuel Calzada Pérez, quien supo escoger la dupla perfecta para este trabajo, ellos son: Helio Pedregal y Begoña Valle, quienes se lucen en el escenario con un talento magistral, para regocijarse en innumerables aplausos.

Y para celebrar el Día Internacional del Teatro no había mejor regalo que acercarse a la Sala Arapiles para apreciar esta pieza, y así disfrutar de un buen teatro, y de grandes actores que se devoran las tablas con un histrionismo genuino, quienes hacen reír, pensar y reflexionar al público durante casi dos horas. Realmente una oportunidad única de ver una clase magistral de actuación, donde los suspiros y los silencios imperan en la sala.

Todo partiendo del descomunal texto de William Shakespeare El Rey Lear, que al repartir el reino entre sus tres hijas, el viejo Rey Lear cometerá el error de repudiar a la única de ellas que era sicera, sin darse cuenta de que la palabra puede ser una fatal herramienta de mentira y autoengaño. Este error lo arrastrará por el abandono, la miseria y la locura. Su única compañía: un pobre bufón que no saber mentir.

En El Rey Lear y Yo se le da una segunda oportunidad a este personaje mítico. Un viejo actor necesita saldar una cuenta pendiente con el Rey Lear. Y con la ayuda de su compañera ensaya la función para poder pagar algún día esa deuda, como es reconciliarse con su hija Cordelia, o en este caso, con su verdadera hija: Lucia. De este modo se divierten, lloran, bromean y pelean en las tablas, como en todo buen teatro. Pero esta vez, sin saberlo, será un ensayo definitivo.

“Un personaje inmenso que exige un actor extraordinario. Una obra sobre la palabra como arma intrínsecamente humana. Una puesta por la ternura y por el arte como redención de nuestra terquedad”, se lee en el programa de mano. Y no es de otra forma como se nos presenta en las tablas, sino con grandes intepretaciones. Un actor visceral, lleno de fuerza, que como un huracán nos hipnotiza hasta el final; ella, dócil, pero certera, nos regala varios personajes con su moldeable cuerpo.

Dos actores para interpretar varios personajes con ímpetu y complicidad. Tan conectados, tan entregados, tan entendidos, tan ellos. Ella insiste en ensayar una y otra vez la obra; él, testarudo, se niega en un principio, pero luego queda sucumbido ante la magia del teatro. Y entre frases célebres que retumban la sala con la voz del Rey Lear, también tocan tierra para admitir que están “chochos y viejos, y que la edad los hace inútiles”; sin embargo, el teatro los revive y los anima a seguir en pie.

Un trabajo admirable, con una pieza conmovedora, que toca la fibra de los espectadores. Él con un vestuario en ruinas, una barba rebelde y ojos grandes que hablan por sí solos; siempre se queja, respira fuerte y suena sus zapatos al caminar. Aunque parece lento, cuando el personaje de Lear lo arropa su cuerpo se transforma, y se convierte en un torbellino de emociones. Ella, más precisa, se mueve de un lado a otro, y en silencio guarda un secreto.

Sin darnos cuenta llegamos al final, no nos hemos percatado del tiempo, solo de la historia que nos ha cautivado con un texto inteligente, quejidos, peleas y resignaciones de los personajes. Pero como todo debe terminar, es cuando entenderemos que el bufón ya no volverá a despertar.

Es así como retumban los aplausos y los “bravo” en la Sala Arapiles para este par de actores, quienes se las juega todo en el escenario, brillando a plenitud con cada palabra que ha sido desmenuzada y expresada con total entrega y emoción.