Criticas

‘1984’, un montaje contundente que grita libertad

23/10/2018

Mayelit Valera Arvelo

‘1984’, un montaje contundente que grita libertad

‘1984’, una novela política de ficción distópica, que además de haber impactado a los lectores, fue llevada a la gran pantalla (1984) y ahora sacude las tablas.

Más que ficción, se puede pensar que fue un texto visionario a lo que vendría. Aunque no está ubicado en ningún año podría ser perfectamente un país de la actualidad con un gobierno totalitario, donde se ha aniquilado la libertad de los ciudadanos, no solo sus acciones, sino principalmente sus pensamientos. Donde la información es manipulada, donde existe una estricta vigilancia y una contundente represión política y social.

Al ser un texto que roza con la realidad, y que encaja perfectamente con países que son noticias a diario, se hace cercano. Y es que el teatro siempre ha sido un recinto para la denuncia y la reflexión, y este texto no queda exento de esto, todo lo contrario, viene a recordarnos que muchas veces el día a día supera la ficción.

Para involucrarnos en el montaje Paradoja Teatro nos presenta un escenario decadente, lúgubre, inservible, sostenido por tubos, hierros, donde lo que domina es lo precario. Se aprecian – en diferentes niveles – cinco televisores, a lo que se suma una imagen a mayor escala, que muestra al Hermano Mayor, el poder omnipresente del ser supremo que maneja todo, no solo las acciones, sino los pensamientos.

El reparto está encabezado por Alberto Berzal, quien interpreta magistralmente a Winston Smith, un hombre que vive en Oceanía, quien debe venerar al Gran Hermano, pero lo odia. Es un trabajador del Ministerio de la verdad, tiene una vida simple, sin muchas posibilidades, a quien no se le permite escribir lo que piensa, mucho menos reflexionar, sin embargo lo hace, se arriesga, pero lo pagará caro.

Berzal realiza un trabajo visceral, de riesgo y movimientos minuciosos. Todo está estudiado, cada gota de sudor en su frente está justificada. Si ya el texto es un regalo, el elenco sumó su talento para ofrecer un buen montaje. Todos están vestidos con monos de obreros, son atuendos desgastadas y con calcetines rotos. Y es que la miseria los envuelve en este mundo donde buscando la perfección matan al ser humano.

Lo acompañan en el escenario Luis Rallo como O´Brien, José Luis Santar que se desdobla con varios personajes y Cristina Arranz quien interpreta a Julia, todos con la misma energía y fuerza se hacen cómplices teatrales para poder sobrellevar este contundente trabajo de dos horas, que por momentos pareciera detenerse en el tiempo. Y es que siempre están vigilados, acosados, son mentes manipuladas que no pueden ni amar. El miedo se siente en la escena, sus vidas corren peligro. Con la presencia de las cámaras son asediados. Nadie se salva.

Y mientras a los personajes no se les permite pensar, lo hará el público, digerirá cada palabra con detenimiento. Por un segundo querrá que acabe todo, y es que lo absurdo del ser humano aniquila la razón al celebrar “la semana del odio” y defender consignas como: “La libertad es la esclavitud. La guerra es la paz. La ignorancia es la fuerza”. Realmente un trabajo que se aplaude por su valentía y entrega.

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