Criticas

‘La función por hacer’, el enfrentamiento entre personaje y actor sigue haciendo temblar diez años después

02/07/2019

Susana R. Sousa

‘La función por hacer’, el enfrentamiento entre personaje y actor sigue haciendo temblar diez años después

Fue en el Teatro de la Abadía cuando vi por primera vez ‘La función por hacer’ de Miguel del Arco y Aitor Tejada. Con parte del equipo de ‘Veraneantes’, la magnífica obra coral que vino después, Miguel del Arco revisó ‘Seis personajes en busca de autor’ de Pirandello y construyó lo que yo ya me atrevo a definir como un clásico. No sé si un clásico moderno, pero sí una de las edificaciones escénicas más perfectas del panorama actual. Avalan esta edificación sus premios (siete Max en 2011, Premio Valle Inclán 2013), su público fiel y las críticas que ha recibido la obra en sus diez años de vida.

Miguel del Arco recordaba en una entrevista lo difícil que fue encontrar apoyos para llevar este texto a las tablas y cómo a raíz de este montaje nació todo el proyecto kamikaze: “Antes de encerrarnos a trabajar, mucha gente nos decía que con una propuesta así, tan compleja, no íbamos a ninguna parte. Que no se iba a entender y que, por lo tanto, no nos iban a dar ninguna oportunidad”.

Diez años después de su estreno, el texto de Miguel del Arco y Aitor Tejada vuelve a imponerse sobre los personajes que, a su vez, se imponen sobre el escenario y sobre la propia historia que quieren contar. En su realidad, queda diluida la nuestra y somos compinches de lo que ocurre en escena desde una posición cómoda, o quizás no tanto, porque asistimos a un espectáculo que rompe con algunas convenciones escénicas que se nos antojaban inamovibles. La libertad con la que el director trata el texto para regalarnos la posibilidad de vislumbrar el trabajo escénico en su totalidad, es un privilegio para todo amante del teatro. Si hace diez años esta obra supuso un fenómeno en la escena, hoy en día sigue siendo parte de la revolución de la que se nutre el teatro.

‘Seis personajes en busca de autor’ eran los de Pirandello, los de Miguel Del Arco y Aitor Tejada no quieren autor, solo quieren ser sobre el escenario lo único que pueden ser: personajes atrapados en una historia, en una vida, en una sola mirada y con un único destino, condenados a representar siempre las mismas escenas. Ese es su drama y es tan real como la muerte.

Al igual que los de Pirandello, los cuatro personajes de ‘La función por hacer’ son seres olvidados que irrumpen en medio de una función para contar su historia, para revivir aquello que les hace seguir vivos. Para vivir. El enfrentamiento entre el personaje y el actor, la incredulidad de éste y la pasión de aquél, el análisis del proceso de creación, la necesidad de reflejar ambas imágenes, de contraponerlas, son los elementos fundamentales de la dramaturgia. La mirada del público es cómplice del desdoblamiento y de la intrusión en el escenario de quien, en realidad, es dueño de él. El personaje habla cara a cara con el actor, convirtiéndose no ya en su espejo, sino en la esencia misma del teatro. En su verdad.

Israel Elejalde, Bárbara Lennie, Miriam Montilla, Manuela Paso, Raúl Prieto y Cristóbal Suárez nos revelan secretos sin maquillaje. No hay trampa, ni escenografía. El preciosismo del texto contribuye a que esta función por hacer quede suspendida en el aire para siempre y esta es la mejor prueba de generosidad que puede ofrecernos el teatro. Un regalo que ni diez minutos de aplausos y ovaciones pueden agradecer.

Si les parece que exagero cuando digo que puede tratarse de la dramaturgia perfecta, vayan a verla, porque igual tienen que darme la razón.

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