Criticas

La inclasificable ‘Distancia siete minutos’ se despide de los escenarios

20/10/2017

Susana R. Sousa

La inclasificable ‘Distancia siete minutos’ se despide de los escenarios

Siete minutos es el tiempo que necesitó el robot espacial Curiosity de la Mars Sciencie Laboratory para aterrizar en Marte. Siete minutos en los que podría haber ocurrido cualquier cosa. Los minutos no solo son tiempo, también son distancia. ¿Cuántas cosas pueden suceder en siete minutos?

Diego Lorca y Pako Merino tenían una cosa clara: querían hablar de la felicidad en contraposición con sus obras anteriores, que tratan de muerte y destrucción. Sin embargo, lejos de ir a lo fácil o a lo obvio, escogen dos escenarios donde hay una ausencia clara de felicidad: un juzgado y una familia rota. Antes de que “Distancia siete minutos” surgiera como texto teatral, los fundadores de Titziana Teatro visitaron un congreso sobre la felicidad, una cárcel (la Modelo de Barcelona) y unos juzgados. Lugares clave para que surgiera la historia que nos contarían después.

Félix, Diego Lorca, es un joven juez que se ve obligado a dejar su casa unos días por una plaga de termitas. Se instala en la casa familiar, donde vive ese padre con el que siempre tuvo una relación conflictiva y distante. En ese pequeño espacio de tiempo, comienzan a surgir los fantasmas del pasado. Padre e hijo comparten encierro y se enfrentan, no solo a su infelicidad, sino también a la del otro.

El escenario del Teatro del Barrio tiene un sustrato distinto para la ocasión, como si fuera, quizás, el suelo de un planeta lejano. Dos mesas de madera que se articulan para convertirse en pizarras o paredes y un sofá, completan la escenografía de “Distancia siete minutos”. Se alternan las escenas en las que el joven juez debe lidiar con las trifulcas más absurdas y el conflicto en la casa familiar, durante años soterrado, entre padre e hijo. El texto sustenta toda la acción, tanto, que podría leerse sin actores y emocionaría igual, pero no podemos obviar que el trabajo de Diego Lorca y Pako Merino, ambos excelentes en sus interpretaciones, engrandece el resultado final. La versatilidad de Merino, al transformarse en los distintos encausados que el juez interroga, es digna de elogio. No hay sobreactuación, ni exageración en los gestos, es como estar viendo a cada uno de los personajes que interpreta. Un verdadero prodigio sustentado por el ya mencionado texto y el talento de su compañero de escena.

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