Criticas

‘Terrenal’, pequeño misterio ácrata, religión e ideologías

04/11/2019

Mayelit Valera Arvelo

‘Terrenal’, pequeño misterio ácrata, religión e ideologías

Terrenal, pequeño misterio ácrata es un montaje excepcional que llegó al Teatro la Abadía de Madrid para ser aplaudido por su ingenio y profesionalismo.

Antes de tener la proeza de seguir escribiendo debo confesar mi dificultad de entender algunas palabras y referencias culturales argentinas, lo que me limitó avanzar como quería. Pero no fue un problema para seguir conectado al escenario con cada acción y expresiones genuinas de sus personajes.

El autor y director de esta perspicaz pieza es el argentino Mauricio Kartun, quien lleva a las tablas la historia de Caín y Abel, pero en esta oportunidad los coloca como ejemplo para explicar las consecuencias de comulgar con el capitalismo o el ecosocialismo como modelos organizativos de la sociedad. Es así como la relación fraternal de hermanos, y también vecinos, se trasforma en una lucha de clases y desatinos que desequilibra la convivencia. La obra cuenta con un excelente reparto formado por: Claudio Da Passano, Claudio Martinez Bel y Rafael Bruza, quienes se colman de aplausos a final de cada función.

Con un escenario vacío, solo con un banquito de un lado, y un cubo del otro. Entran al proscenio estos míticos personajes de la biblia para ofrecernos una realidad que no solo se ubica en un país como Argentina, sino en todo el mundo. Es así como vemos a Caín como un celoso propietario de tierras de cultivo, dedicado principalmente al pimiento morrón, y Abel en cambio se presenta como  un trabajador libre, con ingenuidad de pensamientos y emociones, quien ve en la independencia la felicidad del mundo perfecto.

Ambos viven una situación esperanzadora con la vuelta de Tatita (el abuelo con atribuciones de padre y Dios con un espíritu alegre) que se fue hace 20 años y a quien esperan con ansias. Y mientras regresa, estos talentosos actores se mueven dentro de diálogos inteligentes, enmarcados en una atmósfera de metafísica, cosmogonía y poder político, entrelazado con metáforas, refranes criollos (unos más entendibles que otros) adornado con mucho juego de palabras. El público escucha frases como: “Ahí está la derecha pidiendo derechos”. “Estoy tan acostumbrado a perder, que cuando gano me asusto”. “Con tal de defender el capital, es capaz de defender el comunismo”, entre otras, que nos mantiene atentos a todo lo que sucede en escena por más minúsculo que sea.

Los hermanos aparecen vestidos de traje, con sombreros y ligeros toque de color negro en sus ojos, con bigotes y cejas pintadas. Aunque no hay nada que divida el espacio escénico, Caín salta como si hubiese una barrera que los separara, para dejar bien claro a su hermano la división de sus bienes y poderes del terreno. Cosa que Abel lo tiene sin cuidado y se pasa de un lado al otro sin el consentimiento de su hermano, él es más armonioso, positivo y dócil, mientras que Caín es como una nube negra, todo lo ve negativo y es egoísta.

Es así como estos dos personajes, antes del desenlace que conocemos, sacan a relucir temas como la privatización contra el colectivo de la tierra, o la productividad libre versus el buen uso de los recursos naturales. Y como solución a estos problemas enfatizan el valor que debe tener cada uno para asumir nuevos retos y situaciones, ya sea como ente individual o un colectivo. Antes de que llegue Tatita, estos dos personajes se muestran como una mezcla encantadora de personajes absurdos y de la recordada dupla cómica al mejor estilo de Laurel y Hardy, quienes solucionan sus diferencias con golpes. Mientras que Tatita es un gaucho dicharachero, con una picardía a simple vista y listo para la fiesta y el trago.

Realmente Terrenal es un extraordinario espectáculo para los amantes de las tablas. Desde la butaca, aplausos para este magistral trabajo que llega desde Argentina. Donde predomina lo intelectual, en un texto bien escrito, que se pasea por el escenario con figuras retóricas, palabras poéticas, con pasajes bíblicos, refranes populares, argot gauchesco, economía y política. Un montaje donde queda claro el gran traspié del ser humano en la actualidad, el individualismo. Y donde no hay peor ciego que el que no quiere ver.

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